Brendan Burchell, cientista social de la Universidad de Cambridge, acaba de terminar un estudio en que descubrió que en el mercado laboral actual, si las empresas tienen dificultades, las personas se sienten más ansiosas que aquellas que están desempleadas, e incluso les cuesta más recuperarse. La solución, asegura, es la flexicuridad, es decir, que las empresas se preocupen por dar seguridad a sus trabajadores.
Por Andrew Billen, The Times. Ilustraciones: Francisco Javier Olea.
Fue exactamente antes de la Navidad pasada cuando "Rhona" -pide no publicar su verdadero nombre-
se dio cuenta de que su empleo la estaba enfermando.
Después de una década trabajando, en un principio feliz, para una organización de gobierno inglesa, las cosas se habían vuelto insoportables. A muchos de sus colegas les pidieron que repostularan a sus propios empleos, por eso varios renunciaron. Otros, como Rhona, quedaron encadenados a sus escritorios con un sistema poco eficiente.
Cuenta que hace poco se tomó la medida de no reemplazar a quienes se habían ido. Los empleados que cometían errores empezaban a "desaparecer". La atmósfera era densa.
"Creo que lo que terminó por afectarme fue la llegada de otro supervisor directo y un cambio en mis funciones.
Estaba ahí sentada todo el día, sintiendo una horrenda sensación de apremio, de sentir que tenía que salir de ahí.
Me asustaba la oficina completa, yo misma incluida ahí. Un día salí rápidamente y luego, cuando estaba afuera, pensé, si no vuelvo ahora, no lo haré nunca".
Rhona tiene 57 años, es divorciada. Necesitaba su sueldo. Así es que volvió.
"Pero después de eso tuve dos ataques de pánico. La gota que rebasó el vaso fue cuando me enviaron a un curso en que se suponía nos ayudarían a ser mejores trabajadores, y comenzaron a hablar de estrés. El instructor estaba diciendo que si no abordábamos el estrés, los síntomas que yo había estado experimentando aparecerían, y así fue.
Me puse a llorar a mares. Simplemente no pude más. Fui al doctor al día siguiente, y él me dio licencia".
La refirieron a un terapeuta y Rhona volvió a trabajar tres meses después. A su regreso, sus supervisores no fueron agradables. "Me decían que me dominara, que me controlara". Finalmente, con la ayuda de su sindicato se cambió a otra área, con un supervisor más comprensivo.
Hoy, Rhona espera que las cosas mejoren en su trabajo, pero su organización ahora está bajo "revisión", lo que significa que puede haber despidos: "Estamos esperando que doblen las campanas".Rhona no ha perdido su trabajo, y sin embargo la situación de su empresa ha logrado afligirla. Pero ha habido épocas más grandes de ansiedad que las que vive Rhona en la actualidad. W. H. Auden escribió su poema "Ansiedad" en 1947, como una exploración de la búsqueda de identidad del hombre urbano, e inspiró una sinfonía de Leonard Bernstein. En 1951 el budista zen Alan Watts publicó un libro de culto, "The wisdom of insecurity, a message for an Age of Anxiety" (La sabiduría de la inseguridad, un mensaje para una era de ansiedad) en que abordaba el fin de la fe.
"Nuestra época -decía él- es una de frustración, ansiedad, agitación y adicción". Por otra parte, para los escritores J.G. Ballard y Martin Amis, la amenaza de la aniquilación nuclear definía la era de la ansiedad.
Las preocupaciones actuales que nos generan ansiedad laboral son, en comparación con los años 50, mundanas, pero quizás más reales. Auden, quien provenía de una familia de clase media inmune a la Gran Depresión y murió en 1973, sin duda no les haría demasiado caso. Los años 50, 60 y 70 fueron décadas de poca inseguridad laboral, y terminaron sólo cuando Thatcher abandonó el objetivo económico común del pleno empleo en 1979.
En su libro de 2007 "Liquid Times", el sociólogo polaco Zygmunt Bauman llama a la nuestra "La era de la inseguridad". En ella, dice, conceptos como "carrera" y "progreso" dejan de tener importancia en el mercado laboral. Y se refleja en estrés y reducción de personal.
Como ejemplo, la empresa inglesa de seguros de salud Bupa tiene cifras que revelan que los llamados a su línea de ayuda por estrés laboral aumentaron en 41% en 2009, al igual que el porcentaje de personas que temen que reduzcan la cantidad de personal de sus empresas.
Por otra parte, el psicólogo e investigador Peter Cooper dijo hace un tiempo a la British Psychological Society que "para muchas personas, la crisis económica crea en ellas temores profundos con respecto a la posibilidad de la pérdida del hogar, del amor, de la dignidad y del sentido en su vida". Y el profesor de psicología organizacional Cary Cooper identifica el "presenteísmo", un síndrome laboral en que las personas deciden no tomarse vacaciones y trabajar muchas horas como una forma de demostrar que están ciento por ciento comprometidas con su organización. "Trabajan hasta el agotamiento". Los psicólogos laborales han comenzado a hablar de "la culpa del sobreviviente".
Brendan Burchell, cientista social de la Universidad de Cambridge que ha pasado 20 años investigando la inseguridad laboral, acaba de terminar un estudio en que analizó el comportamiento de las personas durante las últimas dos recesiones que vivió Inglaterra. "Aunque se les puede decir a las personas que ellas son las afortunadas por haber conservado su empleo -explica-, cuando observamos los síntomas de ansiedad y depresión de las personas vimos la misma declinación en la curva del bienestar entre aquellos que tenían trabajo y aquellos que estaban desempleados. Esto porque quienes tenían contratos seguros vivían preocupados por perder su empleo".
"Al parecer, es invalidante para las personas tener esa incertidumbre constantemente en sus cabezas", dice.
"Conseguir un crédito hipotecario, tener hijos, reemplazar el auto, organizar las vacaciones, todas esas decisiones normales que deberíamos ser capaces de tomar sin esfuerzo, se vuelven mucho más difíciles".
La investigación del profesor Burchell encontró que los síntomas de ansiedad y depresión continúan empeorando al menos un año después de su inicio. Esto, curiosamente, está en contraste con lo que experimenta el desempleado a lo largo del tiempo, quien comienza a mostrar signos de adaptación y una leve mejoría en su bienestar psicológico después de seis meses. "Para éstos, quizás, el consuelo es que las cosas sólo pueden mejorar; para el empleado inseguro, en cambio, existe más bien el temor de que las cosas pueden empeorar a medida que su organización o industria decaigan".
Felicidad en el trabajo
La consultora de empresas Jessica Pryce-Jones, autora del reciente libro "Happiness at work", cree que una crisis económica cambia la relación entre la ansiedad y la productividad. "Los trabajadores más contentos muestran que están enfocados casi totalmente en el empleo inmediato". El foco del trabajador menos feliz se ha escurrido, no obstante, del 51 al 40 por ciento. "Las personas que no son felices en el trabajo suelen hacer menos que antes. Lo curioso es que cuando hay crisis económica existe la sensación de que todas las personas están juntas viviendo lo mismo, y eso produce que todo el mundo sea más productivo, independientemente de que sean más o menos felices", dice la experta.
La doctora Jenny Leeser, directora clínica del Departamento de Salud Ocupacional de la empresa de seguros de salud Bupa, quien ha dado asesorías en diversos lugares de trabajo por 26 años, sostiene que en la actualidad las personas trabajan más duro. En su empresa ofrecen a los trabajadores estresados asesoría telefónica ilimitada y un número determinado de sesiones personales confidenciales con consejeros, pero también explica que hay otras tácticas para enfrentar el problema del estrés laboral: por ejemplo, no trabajar más horas que las necesarias, hacer ejercicio regularmente y pasar tiempo con los colegas "en el almuerzo o en el pub".
En Dinamarca y Holanda, realidades diferentes a la inglesa, tienen una cura diferente. Un mercado laboral fluido, en el cual se considera bueno que los empleadores puedan contratar y despedir, pero buena es también la seguridad del trabajador. Por lo tanto, durante la última década, la seguridad en un empleo ha sido reemplazada por el conocimiento de que, si se perdió un trabajo, es posible conseguir otro y que, mientras tanto, los beneficios de cesantía son generosos. "Así -explica el profesor Burchell- se creó un nuevo término: flexicuridad".
Al no haber encontrado en un principio mucha evidencia de su eficacia, ahora él cree que la investigación está en demostrar que la flexicuridad funciona. "Los datos más recientes muestran que en Dinamarca el bienestar psicológico de los "trabajadores inseguros" es sólo ligeramente diferente de aquellos seguros, mientras que en otros países -como el Reino Unido y Alemania- hay una gran brecha entre las personas seguras e inseguras".
Emigrar es una opción. Después de todo, la era ansiosa no influye en todo el mundo. Kam Caur, de 47 años, es una empleada administrativa que aceptó un recorte salarial para ingresar al servicio de impuestos, después de estar en McDonald's durante ocho años. Ella sentía que había más posibilidades de una promoción. "Existe el temor constante de que se tiene que cumplir o el trabajo estará en riesgo. Supongo que si la compañía realiza una reducción de personal, sacará a las personas que realmente no pueden cumplir con los objetivos".
Le pregunto si todavía cree que tendrá un empleo dentro de un año. Hace una pausa y luego manifiesta, con bastante tranquilidad: "No". Entonces ¿cómo, pregunto, se las arregla con el estrés? "Porque yo venía de un ambiente bastante desafiante, realmente tengo éxito en eso", dice.
Si la era de la ansiedad está llena de Rhonas, quizás el futuro pertenece a las Kam.
Los psicólogos laborales ingleses hablan del síndrome del "presenteísmo": trabajar sin descanso para demostrar compromiso con la organización.
La "flexicuridad" consiste en cambiar el concepto del trabajo seguro por el de dinámico: el empleo se puede perder, pero existe la oportunidad cierta de conseguir otro.
Por Andrew Billen, The Times. Ilustraciones: Francisco Javier Olea..
Publicado el 30/11/2010
Fuente: Revista Ya - El Mercurio
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